Las protestas en Panamá han alcanzado unos niveles nunca antes vistos en décadas recientes y aunque es difícil saber si terminarán con los manifestantes bañándose en la piscina del presidente como en Sri Lanka, o con una mesa de negociaciones entre los sectores sociales que encabezan las protestas y el gobierno como en Ecuador conviene prestar mucha atención a lo que sucede en un país por otro lado muy poco dado a ocupar grandes titulares menos a las masivas manifestaciones que podrían estar cercanas al estallido social. Ahí les va.
Miles de panameños llevan 10 días protestando en las calles contra el encarecimiento de los precios en los alimentos medicinas y combustible. Lo que inicio como una protesta del gremio educativo se ha ido extendiendo a otros sectores dando lugar a unas manifestaciones prácticamente inéditas tanto en presencia como en persistencia en la historia panameña reciente. Las demandas de los manifestantes son amplias. De hecho, superan la treintena pero principalmente se sentaron en el alto costo de la vida.
En las calles se exigen un freno al alza del combustible poniendo un tope para que no supere los $3 por galón asimismo reclaman una medida similar para varias medicinas y más de 50 alimentos de la canasta básica en el marco de un encarecimiento continuado de varios bienes de uso común. También se escuchan voces que piden un aumento salarial, la creación de un seguro de desempleo e incluso una reforma fiscal. Como ven, la lista de demandas es larga tanto o más que la de demandantes.
A los maestros que iniciaron las marchas reclamando por las deudas salariales del estado se han ido sumando trabajadores de la salud, indígenas, transportistas, productores agrícolas, pescadores y trabajadores de la construcción. El gobierno panameño trás titubear inicialmente comenso a tomar medidas cuando vio que las protestas crecían y amenazaban con desbordarse. Sin embargo las medidas adoptadas no parecen de momento satisfacer las peticiones de los manifestantes. En un discurso emitido por televisión, el presidente Laurentino Cortizo anuncio el congelamiento de la gasolina en $3.95 dólares por galón casi $1.00 más que las demandas. Asimismo anuncio que 10 productos de la canasta básica quedarían con tope de precio también lejos de la cantidad de rubros que piden en las calles o su parte intuyendo que gran parte del descontento las protestas se centra en la clase política en general la Asamblea anuncia un recorte en los gastos y un cese de aumentos salariales de los Diputados y sus asesores.
Pero al mismo tiempo que se anunciaban este tipo de medidas para calmar los ánimos se hacían otros anuncios que lograban justamente el efecto contrario como por ejemplo el anuncio presidencial de que para reducir el gasto público se recortaría el 10% de los puestos de trabajo de la Administración Pública dicho con menos tecnicismos que uno de cada díez empleados del Estado serían despedidos. Laurentino Cortizo el presidente conocido popularmente como Nito aunque en estas circunstancias lo de popularmente suene a broma intenta impulsar un gran diálogo nacional con mediación de la Iglesia.
El mandatario en el poder desde mediados de 2019 de la situación de descontento generalizado a los efectos de la pandemia y en un arranque de originalidad a la guerra en Ucrania. Sin embargo sin restarle importancia que merecen ambos factores hay algo que llama poderosamente la atención en el caso específico de Panamá. Justamente en estos días les contábamos como el dólar se había fortalecidos en los mercados internacionales gracias a las pintorescas maniobras de la Unión Europea contra Rusia y especialmente contra ellos mismos así además del euro monedas como las de Argentina Chile o Colombia han sufrido una gran devaluación frente al dólar en lo que va de año.
La peculiaridad panameña que les comentaba está en que se trata de un pais dolarizado por lo que a simple vista llama la atención que en pleno fortalecimiento de, con perdon del sarcasmo, su moneda "nacional" el país viva las peores protestas en décadas y todo apunta a que esta aparente paradoja tiene más que ver con la realidad estructural panameña, que con las dificultades que atraviesa el mundo entero. La pandemia produjo una contracción económica en Panamá de prácticamente el 18% y un aumento de casi 3 puntos en la pobreza la deuda pública y paro de algo más del 45% del PIB a casi el 65% en apenas dos años.
Si sacamos cuentas hoy cada ciudadano panameño carga sobre sus hombros con una deuda de más de $7,000 en un país donde salario mínimo no llega a los $500 pero más allá de eso y a pesar de mostrar otras cifras macroeconómicas que pueden lucir saneadas Panamá sigue siendo un país muy desigual. El de mayor desigualdad de Centroamérica con peor índice de GINI que Honduras Guatemala y el segundo de toda Latinoamérica solo por detrás de Colombia. Una realidad social extremadamente desbalance donde casi seis de cada diez panameños afirman que no le alcanza sus ingresos para llegar a fin de mes sumada a una inflación del 4% como la que se midió en mayo de este año y un descontento con la clase politica en general.
Como gota que rebalsó el vaso hacen el resto y sin duda el complicado panorama internacional de años recientes contribuyó, a que surgiera tanto descontento, pero no como su causa principal, sino como probablemente el elemento que contribuyó a sacar a la vista, otro descontento mucho más profundo que llevaba tiempo escondido.